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domingo, 16 de mayo de 2010

CUENTOS SCOUT: ¡UN SIEMPRE LISTO!


Tenía no más de 15 años, y estaba en mi primer campamento, era un NOVICIO con mucho ánimo, era un "siempre listo" ideal, el ejemplar preferido de la jefatura, claro, hacía todo lo que me decían sin oponerme, sin chistar, sin protestar obvio, no conocía las "mañas" propias del movimiento para salvaguardar la integridad personal.

Todo iba bien hasta el primer día. La jefatura decidió que debíamos ir a una pequeña caminata, comenzamos a caminar a las 3:00 de la tarde, cada uno llevaba en su mano la comida para esa noche, un infeliz huevo crudo que había que proteger con la vida. Sobra decir que la caminata no era por hermosas praderas, sino por tenebrosos peñascos, más que caminar estabamos
escalando ¡con un huevo en la mano!.

Llegamos, y después de ayunar por un rato y maldecir al que se calló encima del huevo, decidimos bajar. No habrían pasado más de 5 minutos cuando una de las niñas de tropa, decidió resbalarse por un precipicio de unos 200 metros, naturalmente, decidió que se le había partido una pierna, y después decidió que le dio taquicardia. El jefe de tropa se aprestó a
decir de manera recia y sonora ¡UN SIEMPRE LISTO!.

Es allí donde entro yo, como es natural, me ofrecí a ello, mi misión:
- Oiga, siga este caminito y llegue al pueblo, estando allí busque al médico y cuéntele lo que pasó. Nos vemos en el campamento en una hora, nosotros vamos a bajar a la niña.-

Tomé entonces mi linterna y seguí el camino que supuestamente llevaba al pueblo (Vianí se llamaba el pueblo). Como es natural, el camino desapareció a los 10 minutos de caminata, quedé en la mitad de la montaña sin saber donde estaba parado, finalmente vi la punta de la torre de la iglesia del pueblo que sobresalía por una colina, caminé entonces en línea
recta hacia allá, salí de prisa y en menos de nada me encontré envestido por un toro, perseguido por una jauría de perros, y en menos tiempo aún, me sumergí en las hediondas aguas de un pequeño lago en el que bebían los animales de la zona.

Finalmente, después de una hora de caminata tortuosa, llegue a uno de los extremos del pueblo, desde allí bajé a buscar al doctorcito, el cual, obviamente no estaba. Como el pueblo no era tan grande, no fue difícil encontrarlo en una frutería, en la cual departía con una "amiga".

Le conté lo ocurrido, y le pedí que fuera al campamento, él me mandó a comprar unas medicinas, desinflamatorios y analgésicos. Fui a la farmacia a comprar, pedí las medicinas, cuando de repente volví al mundo de nuevo, tenía que pagar, y
no tenía ni un centavo, debí dejar mi reloj empeñado, y salir al campamento.

Llegando al campamento me topé con dos mastines tipo cancerbero que me gruñían insinuantemente y juro que los ojos eran rojos y su pelo brillaba azul en la noche, y esto nada tenía que ver con que me haya visto la profecía el viernes anterior.

Finalmente llegó la dueña de los perros y pude seguir hacia el campamento, llegué, entregué las medicinas, y con ira descubrí que la niña que se había fracturado y sufrido un ataque de taquicardia, había mentido, había hecho paro, tenía
flojera de caminar!!!! y yo casi muero consiguiendo su doctorcito!!

Llegué y me acosté muero de la ira, pero antes, había puesto unos frijoles en agua para el almuerzo del otro día. Dormimos tranquilamente, hasta el otro día en la mañana cuando un ruido extraño me inquietó, salí de la tienda y vi una figura espantosa, me causó horror ¡una vaca se estaba comiendo los frijoles! Y así perdimos también el almuerzo.

Con un compañero de patrulla, en vista del hambre del cual éramos presa, fuimos a explorar en busca de alimento, encontramos unos árboles de naranja y otros de Toronja, devoré unas 20 naranjas ácidas, las cuales me ocasionaron una debilidad en la dentina, que me impidió comer alimentos sólidos en el resto del campamento.

En la tarde la jefatura organizo una tarde de actividades muy interesantes, la peor de ellas era el paso rastrero por barro mezclado una substancia verde de consistencia pasto y de fétido olor, que pese a su evidencia, preferí ignorar. Tras pasar esta prueba en la que nos "compenetramos" con la naturaleza en sentido literal, regresamos al campamento a bañarnos. ¡NO HABIA AGUA!, no había una gota de agua, la habían cortado, debíamos caminar con una capa de dos centímetros de barro en nuestros cuerpos, con zonas verdosas de la otra substancia hasta el río que quedaba dos kilómetros del campamento.

Después de bañarnos regresamos al campamento, descansamos un poco y distribuimos las guardias de la noche. Y como si no hubiera sido suficiente, la jefatura decidió hace un simulacro de secuestro, en el que nos amordazaron en unos postes, pero debo confesar, que fue donde mejor descansé, y no tuve el más mínimo problema en dormir profundamente por
seis horas.

Al otro día temprano, levantamos campamento para regresar a Bogotá.
Uno de los más pequeños resbaló y se tronchó un pié, el jefe nuevamente: ¡UN SIEMPRE LISTO!, nuevamente, aunque ya con desconfianza me ofrecí, mi misión: cargar el morral y demás cosas del niño.

Termina el campamento, regresamos a Bogotá, todo había terminado, regresando del colegio, me encontré con el niño que se había tronchado, por que éramos vecinos, él estaba jugando fútbol!!!!!! Nuevamente mintió!!, y yo caí otra vez.

Desde entonces ya era soy Scout maduro.

Esta es una de las más comunes experiencias que viven los NOVICIOS en el movimiento, hasta que la dura vida le enseña que ser Scout es una experiencia más compleja de lo que parece

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